Érase una vez una vela que caminaba de día
sentía que el Sol iluminaba más que ella
y por ese motivo, se sentía triste,
y un poco alicaída,
casi doblada debido a la calor que le provocaba el Sol.
Así que con este estado en el que se encontraba,
sólo hacía darle vueltas en su cabeza a cómo poder iluminar algo más
y así sentirse mejor.
Pero por más que pensaba, sólo nubes grises rodeaban su cabeza
tanto que no se daba cuenta pero lo único que hacía era caminar.
Así que andó y caminó
caminó y andó...
Llegó a un valle dónde vivían miles de sonrisas,
donde el eco de los balbuceos de su gente
se repetían entre el eco de sus montañas
haciendo la ilusión de que todo el mundo estaba alegre.
Estaba en el valle de la alegría.
¿Pero no todos estaban tan alegres?
Una sonrisa al enterarse de la vela tristona,
fue a hablar con ella.
Y pronto encontraron una solución,
esperar a que fuera de noche
y entonces verías como entonces si que iluminaba.
Pero aún así la vela no estaba del todo contenta,
porque se había enamorado del Sol
y quería brillar para él.
Así que un elefante que vivía por allí
al verla triste, le volvió a preguntar.
El elefante tras oír su historia le dijo
que cuando yo tengo un problema intento relajarme,
para ello voy dónde la risa es más brillante.
Así que la vela se encaminó hacia los acantilados del eco,
allí iba tan ensimismado en sí mismo que cayó hacia el fondo,
de tanto chocar, una mecha prendió su llama
y al caer en la sombra de un gran árbol
vio que además de la luz de su querido Sol
la suya también iluminaba,
así que feliz decidió quedarse para siempre
rodeado de sonrisas y de su Sol.
Sólo tú sabes como devolverme la sonrisa...
ResponderEliminar